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EUROPA: MISIÓN IMPOSIBLE
Jorge Gómez Barata
Para los
países del occidente y del norte de Europa la derrota de Hitler significó no
sólo el retorno a la democracia liberal y el restablecimiento de las
condiciones políticas previas a la II Guerra Mundial, sino el fin de la experiencia que significó la dictadura
fascista. Tan dura escuela reforzó el apego a las prácticas democráticas y
explica el clima de tolerancia y apertura que matizaron las primeras décadas de
la reconstrucción económica y política europea.
La
relampagueante prosperidad económica de la posguerra se asocia no sólo a la
voluntad de los gobernantes, empresarios y agricultores de recuperar la
industria y la agricultura, tampoco es obra exclusiva del respaldo
norteamericano, sino también de los esfuerzos de la clase obrera, el
campesinado, los comerciantes y la sociedad civil de cada país que convirtieron
la obra de restañar las heridas de la guerra y la ocupación nazi en empeños
nacionales.
En
aquellos procesos, al eficaz desempeño económico característico de la cultura
europea se sumó el ambiente político nacional donde, a pesar de obvias diferencias
de clase, prevalecieron la avenencia y la cohesión que en Alemania, Austria,
los países nórdicos y otros, hicieron posible que las administraciones socialdemócratas
aplicaran estilos de gobierno que condujeron a los estados de bienestar.
Se llamó “estados
de bienestar” a las circunstancias creadas durante la reconstrucción en varios
países europeos que al restablecimiento de la democracia sumaron la intervención
de los estados nacionales en el diseño de la economía y la aplicación de
legislaciones laborales y de políticas sociales de beneficio popular que
contribuyeron a la supresión de la pobreza y a la elevación del bienestar y la
calidad de la vida. Aquel esquema, basado en una más justa redistribución de
los ingresos fue a veces presentado como una especie de socialismo alternativo.
Aquellos
procesos unidos a la fuerza cohesionadora que representó la presunta amenaza
soviética y a la no menos perturbadora presencia norteamericana definida bajo
el slogan de “El desafío Americano”, que representaba el peligro de una virtual
colonización o dependencia económica de Europa por los Estados Unidos, crearon
un entorno ideológico propicio al progreso económico e incentivaron las
aspiraciones de integración y unidad europea.
Es preciso
acotar que a la condición de ser los países más pobres de Europa occidental, en
España Portugal y Grecia, se sumaron las dictaduras de Franco y Oliveira
Salazar, así como la inestabilidad política, incluida la lucha armada
guerrillera en Grecia que obstaculizaron el restablecimiento de la democracia y
la reconstrucción económica. De hecho esos países omitieron aquellas etapas y no
desarrollaron los “estados de bienestar”, alguno de cuyos rasgos fueron tardíamente
importados como resultado de la integración y unión europea y no resultado de
procesos endógenos.
Al margen
de la diversidad de tesis y opiniones políticas que circulan para comprender y
explicar la actual crisis de Europa y del capitalismo en su conjunto, existen
evidencias históricas de que: sin cohesión social y mínimos de identificación
entre los pueblos, las fuerzas políticas y los lideres que los gobiernan es imposible
enfrentar exitosamente una crisis de las proporciones de las que hoy viven
algunos países. El gran desafío para las élites políticas que, probablemente
sea una “misión imposible”, es construir consensos sociales y políticos cuando
prevalen absurdos, impopulares y mezquinos enfoques neoliberales.
No es
ocioso recordar que Franklin D. Roosevelt, el hombre que condujo a los Estados
Unidos durante la crisis económica de los años treinta, la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, fue el único presidente electo en cuatro oportunidades y
que gobernó el país a lo largo de 12 años. Otras experiencias análogas dan
cuenta de que: Konrad Adenauer condujo a Alemania durante 14 años, Bruno
Kreisky a Austria por 13 y Charles De Gaulle a Francia durante diez.
Tal vez no
exista un clima menos propicio para enfrentar una crisis existente que el
descontento popular que prevalece en España, Grecia, Italia, Francia e incluso
Gran Bretaña, países gobernados por partidos desacreditados, lideres impopulares
e incompetentes entre los cuales y los pueblos cansados de engaños y
manipulaciones, existen enormes abismos.
Ninguna
retorica que llame a la unidad surtirá efecto y difícilmente haya algún pueblo europeo
dispuesto a asumir sacrificios para que banqueros, empresarios y políticos
corruptos aumenten sus respectivos patrimonios y sus privilegios. Alcanzar la cohesión
social que las circunstancias requieren parece hoy una misión imposible para
las castas dominantes europeas. Allá nos vemos.
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