Monday, December 12, 2011

EUROPA: MISIÓN IMPOSIBLE

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EUROPA: MISIÓN IMPOSIBLE

 

                                                      Jorge Gómez Barata

 

Para los países del occidente y del norte de Europa la derrota de Hitler significó no sólo el retorno a la democracia liberal y el restablecimiento de las condiciones políticas previas a la II Guerra Mundial, sino el fin de la  experiencia que significó la dictadura fascista. Tan dura escuela reforzó el apego a las prácticas democráticas y explica el clima de tolerancia y apertura que matizaron las primeras décadas de la reconstrucción económica y política europea.

La relampagueante prosperidad económica de la posguerra se asocia no sólo a la voluntad de los gobernantes, empresarios y agricultores de recuperar la industria y la agricultura, tampoco es obra exclusiva del respaldo norteamericano, sino también de los esfuerzos de la clase obrera, el campesinado, los comerciantes y la sociedad civil de cada país que convirtieron la obra de restañar las heridas de la guerra y la ocupación nazi en empeños nacionales.

En aquellos procesos, al eficaz desempeño económico característico de la cultura europea se sumó el ambiente político nacional donde, a pesar de obvias diferencias de clase, prevalecieron la avenencia y la cohesión que en Alemania, Austria, los países nórdicos y otros, hicieron posible que las  administraciones socialdemócratas aplicaran estilos de gobierno que condujeron a los estados de bienestar.

Se llamó “estados de bienestar” a las circunstancias creadas durante la reconstrucción en varios países europeos que al restablecimiento de la democracia sumaron la intervención de los estados nacionales en el diseño de la economía y la aplicación de legislaciones laborales y de políticas sociales de beneficio popular que contribuyeron a la supresión de la pobreza y a la elevación del bienestar y la calidad de la vida. Aquel esquema, basado en una más justa redistribución de los ingresos fue a veces presentado como una especie de socialismo alternativo.   

Aquellos procesos unidos a la fuerza cohesionadora que representó la presunta amenaza soviética y a la no menos perturbadora presencia norteamericana definida bajo el slogan de “El desafío Americano”, que representaba el peligro de una virtual colonización o dependencia económica de Europa por los Estados Unidos, crearon un entorno ideológico propicio al progreso económico e incentivaron las aspiraciones de integración y unidad europea.

 

 

Es preciso acotar que a la condición de ser los países más pobres de Europa occidental, en España Portugal y Grecia, se sumaron las dictaduras de Franco y Oliveira Salazar, así como la inestabilidad política, incluida la lucha armada guerrillera en Grecia que obstaculizaron el restablecimiento de la democracia y la reconstrucción económica. De hecho esos países omitieron aquellas etapas y no desarrollaron los “estados de bienestar”, alguno de cuyos rasgos fueron tardíamente importados como resultado de la integración y unión europea y no resultado de procesos endógenos.

Al margen de la diversidad de tesis y opiniones políticas que circulan para comprender y explicar la actual crisis de Europa y del capitalismo en su conjunto, existen evidencias históricas de que: sin cohesión social y mínimos de identificación entre los pueblos, las fuerzas políticas y los lideres que los gobiernan es imposible enfrentar exitosamente una crisis de las proporciones de las que hoy viven algunos países. El gran desafío para las élites políticas que, probablemente sea una “misión imposible”, es construir consensos sociales y políticos cuando prevalen absurdos, impopulares y mezquinos enfoques neoliberales.

No es ocioso recordar que Franklin D. Roosevelt, el hombre que condujo a los Estados Unidos durante la crisis económica de los años treinta, la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, fue el único presidente electo en cuatro oportunidades y que gobernó el país a lo largo de 12 años. Otras experiencias análogas dan cuenta de que: Konrad Adenauer condujo a Alemania durante 14 años, Bruno Kreisky a Austria por 13 y Charles De Gaulle a Francia durante diez.

Tal vez no exista un clima menos propicio para enfrentar una crisis existente que el descontento popular que prevalece en España, Grecia, Italia, Francia e incluso Gran Bretaña, países gobernados por partidos desacreditados, lideres impopulares e incompetentes entre los cuales y los pueblos cansados de engaños y manipulaciones, existen enormes abismos.

Ninguna retorica que llame a la unidad surtirá efecto y difícilmente haya algún pueblo europeo dispuesto a asumir sacrificios para que banqueros, empresarios y políticos corruptos aumenten sus respectivos patrimonios y sus privilegios. Alcanzar la cohesión social que las circunstancias requieren parece hoy una misión imposible para las castas dominantes europeas. Allá nos vemos.

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