POLITICA CON AROMA DE
MUJER
(I)
Cristina
Fernandez de Kirchner
Jorge
Gómez Barata
En 60
años Argentina ha catapultado a la fama a algunas de las mujeres más sobresalientes de la política contemporánea. Eva
Duarte que de la mano de Juan Domingo Perón, el más famoso de los argentinos
después de Carlos Gardel, se instaló en la cúspide de la política integrándose
al imaginario popular como Evita; luego trajo al escenario figura entre trágica
y patética de Maria Estela Martinez, derrocada por los militares, a la postre
puestos tras las rejas por la tenacidad de las aparentemente frágiles abuelas
de la Plaza de Mayo, hasta llegar a Cristina Fernández de Kirchner uno de los fenómenos
políticos más relevantes del siglo XXI latinoamericano.
En
Argentina la mujer obtuvo el derecho al sufragio en 1947 y en 1949 Eva Perón fundó
uno de los escasos partidos políticos de género que han existido en el mundo, el
Partido Peronista Femenino, que en 1955 fue disuelto por los militares, los
mismos que luego encarcelarían y enviarían al exilio a Maria Estela Martinez
Hija
de descendientes de emigrantes gallegos que a base de trabajo honrado emergieron
de la pobreza; fue la primera universitaria en su familia y la única dedicada a
la política. En 1974 con 23 años, cuando el país vivía bajo los rigores de la
dictadura militar iniciada en 1966, los Montoneros habían emprendido la lucha
armada, mientras estudiaba en la universidad y militaba en la Juventud
Peronista, conoció a Néstor Kirchner, contemporáneo con ella que daba sus
primeros pasos en la política. Seis meses después contrajeron matrimonio.
Con su marido y compañero
de toda la vida, Cristina se radicó en Río Gallegos, en la Patagonia, allí ejerció
la profesión de abogada y, en 1989
ocupó su primer cargo político electivo como diputada por Santa Cruz, seis
años después fue electa Senadora.
En 1991 como virtual jefa
de campaña, acompañó a Néstor Kirchner en su primera postulación como
gobernador y a su lado, aunque acumulando meritos propios y forjando una sólida
y avanzada cultura política, ascendió a los primeros planos de la política
nacional. En 2001 llegó al Senado de la Nación, librando sin radicalismos
doctrinarios sus propias escaramuzas contra el neoliberalismo impuesto por
sucesivas administraciones.
En 2003 cuando Néstor
Kirchner alcanzó la presidencia, ella era ya Senadora Nacional, el país estaba
quebrado y la administración encabezada por su compañero, mediante difíciles
equilibrios y enérgicas acciones, realizó la hombrada de detener la caída
libre, confrontar a la reacción interna, reivindicar el papel del Estado
escamoteado por el neoliberalismo y enfrentar a los poderosos acreedores
encabezados por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Club de
París. Muchos miran hoy hacia Argentina que logró lo que aterra a Grecia y a otros países de la opulenta
Europa.
Aunque resulte imposible
establecer cuánto hubo de ella en la obra del presidente Néstor Kirchner, a la
luz de su ejecutoria como presidenta es lícito suponer que no fue poco. Me
inclino a pensar que durante la presidencia del uno y de la otra, en la
política como en la vida, formaron un equipo que mediante un brillante
desempeño, no sólo reorientó económicamente a la Argentina sino hicieron mucho para
devolverle la autoestima que había sido rebajada hasta la proclamación de: “Una
relación carnal con los Estados Unidos…”
La bella y coqueta mujer, contestataria
de toda la vida, esposa feliz y madre realizada, soportó entera la trampa que
el destino le tendió al arrebatarle a su esposo. En momentos difíciles, la
juventud le regaló un lema que se ha convertido en bandera nacional. ¡Fuerza
Cristina!, se aplica hoy al país que la relegitimó con un abrumador respaldo electoral.
No me extrañó que previo a
la recién celebrada Cumbre del Grupo de los 20, en un inédito giro diplomático,
el presidente de los Estados Unidos solicitara una entrevista con la mandataria
latinoamericana (lo usual es al revés) y, al margen de lo que hayan podido
tratar en privado, lo cierto es que con caballerosidad, Obama rindió homenaje a
su desempeño, a su talento y su capacidad para generar un consenso nacional,
cosa que tendrá él que hacer en los próximos meses y para lo cual dijo: “Querer
aprender de ella”.
Con el glamur de un estrella, el talento de una estadista de
alto estándar, la vehemencia de los líderes populares y el encanto que imprime
a su gestión, Cristina Fernandez de Kirchner, impactó al Grupo de los 20 no
habituado a la claridad, la pasión y también la solidez argumental conque
defendió sus puntos de vista que apuestan por el progreso, la inclusión, la
justicia social y el orden, sin hacer concesiones a las tendencias autoritarias
que creen necesario sacrificar la democracia para establecer eficaces
regulaciones.
Su definición del sistema
actualmente vigente en la economía mundial, como un “anarco capitalismo” y su
defensa de un virtual nuevo orden económico, define su madurez y su prestancia.
La fuerza de Argentina y la de Cristina forman un binomio que hará a la América
Latina vivir momentos extraordinarios. Afortunadamente no está sola. En épocas
de grandes liderazgos en Iberoamérica brillan las damas: Dilma Rousseff es
otra. Luego les cuento. Allá nos vemos.
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