Friday, December 16, 2011

POR LA DEMOCRACIA, NO CONTRA LA DEMOCRACIA


POR LA DEMOCRACIA, NO CONTRA LA DEMOCRACIA
                                                                       Jorge Gómez Barata  
En las etapas preindustriales (esclavitud y feudalismo) se gobernaba de modo directo y arbitrario; entonces no existían instituciones representativas y la participación era nula. Todo cambió con el advenimiento de la democracia, la más importante de las categorías políticas cuyo despliegue requiere de la participación popular para la selección de los gobernantes y los lideres y para impedir que el poder se acumule en demasía o se ejerza de modo arbitrario.
La democracia y las nociones jurídicas que la acompañan, lo mismo que la escritura y la aritmética son frutos de la cultura que, aunque son creados en un momento y lugar determinados, por su naturaleza y proyección rebasan los límites del espacio y del tiempo para adquirir dimensiones universales.
Tal vez, al definir al liberalismo clásico y con él a las doctrinas acerca del Estado y el Derecho como elementos de la ideología burguesa, fue un error del marxismo que como sucedáneo levantó una consigna política que en la Europa del siglo XX resultó inviable: la dictadura del proletariado.
No por debutar en el mismo período histórico, la democracia y el capitalismo son la misma cosa. El liberalismo es una filosofía, parte de una concepción sobre el Estado y el Derecho, que si bien sustentó al régimen instaurado por la burguesía, lo trasciende. La democracia es eterna, el capitalismo no.
Luchar contra la dictadura de la burguesía no es luchar contra la democracia sino por la democracia, un ideal de convivencia humana y de ejercicio del poder que se realiza más plenamente allí donde las mayorías participan de modo más decisorio y disfrutan de mayor protagonismo; cosa para lo cual el socialismo, basado en la propiedad y la justicia social ofrece las mejores posibilidades.
Aunque en 1936-37, con el propósito declarado de democratizar la sociedad soviética, se adoptó una Constitución que sustituyó a la de 1924 y que fue a su vez reformada en 1977, en la Unión Soviética la democracia no prosperó al mismo ritmo que las transformaciones económicas y sociales, creándose importantes déficit que a la larga contribuyeron a la debacle.
 Si bien es cierto que hechos como la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, condicionaron el desarrollo de los procesos políticos internos e impidieron el despliegue de un sistema político de nuevo tipo; también lo es que sobrepasadas aquellas circunstancias, no hubo voluntad para saldar deudas contraídas con el pueblo y cubrir los déficits de democracia acumulados. El mal ejemplo fue trasladado a otros países socialistas.
La falta de democracia en la Unión Soviética no afectó sólo a las instancias superiores del poder, sino que se propagó por todo el organismo social incluyendo las órganos locales de gobierno y las instituciones sociales, por medio de las cuales se encausa la participación popular, afectando la solvencia política y la credibilidad del partido, el Konsomol, los sindicatos y el resto de las organizaciones en las cuales, la nomenclatura y no las bases elegían a los lideres.  
Aunque ciertas condicionales externas, como son las políticas agresivas del imperialismo, limitaron el perfeccionamiento del sistema político que pudo paulatinamente y sucesivamente ampliar los márgenes de la democracia y desarrollar la calidad de la participación; no hay excusas para que, una vez derrotada la contrarrevolución y suprimidas las clases explotadoras, se restringieran los derechos y las libertades del pueblo que respalda el socialismo.   
Rosa Luxemburgo, la más esclarecida de las figuras femeninas del socialismo y la que tuvo el final más trágico lo comprendió a tiempo y lo advirtió: “Suprimir la democracia burguesa no puede significar suprimir toda la democracia…” Lamentablemente no fue escuchada. Aquellos polvos trajeron otros lodos. Allá nos vemos.

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